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25-06-2016 |
ROSENCOF, la historia oficial y el hombre del paraguas
Amodio Pérez
Hace unos días, el nombre de Mauricio Rosencof apareció públicamente. Por lo visto, no le alcanzó c on participar en la creación de la falsa historia del MLN
Tampoco le alcanzó con inventarse papeles protagónicos que le son ajenos, en los que se adjudica hechos y circunstancias que a él le llegaron como anécdotas, relatos vividos por otros y de los que ha terminado apropiándose, sin que nadie le saliera al paso.
Pero esta vez chocó con el horcón del medio y quedó como lo que es, un falsario. No voy a perder tiempo en calificarlo, dado que otros lo han hecho ya, con la suficiente precisión y claridad como para que no queden dudas de su actitud y su concepto de la moral.
Pese a que alguno/a le moleste, tengo que referirme a hechos pasados, porque el presente es continuación del mismo pasado que algunos se empeñan en decir que hay que olvidar, al tiempo que lo mantienen vivito y coleando cuando de referirse a mí se trata. Seguramente, algunos/as, intentan olvidarlo para no recordar la responsabilidad que les cabe –complicidades mediante- con la forja y el mantenimiento de la historia oficial.
Quien haya seguido las últimas postas habrá visto que con c.e.r. hemos intercambiado algunas opiniones que, lejos ambos del uso del insulto y la descalificación a priori, están arrojando algo de luz sobre la nebulosa –y a veces tenebrosa- trayectoria del MLN, en la que Rosencof y el hombre del paraguas han jugado un papel fundamental.
Veamos: en el año 2002, Fernando Butazzoni ( escritor, y periodista uruguayo) perpetró un atentado contra el conocimiento de la verdad, con un libro llamado Seregni-Rosencof. Mano a Mano, en el que ambos personajes, emulando a los viejos payadores, compiten entre sí, a capella, para ver quién dice la tontería más grande, jugando a filósofos de salón ante la mirada –supongo atenta- y complaciente del autor, que la va a la vez de juez y parte. La versión que yo tengo del engendro es la publicada por fascículos, por lo que las referencias de páginas están referidas a esa modalidad.
Tenemos así que en la página 125 del fascículo segundo, correspondiente al capítulo De farolitos y corvinas negras, dice Rosencof: Y hubo episodios como aquél de “cuyo nombre no quiero acordarme”…
Y Butazzoni le responde : ¿El del paraguas? Sí, le responde Rosencof, el hombre del paraguas, así lo llamaré. Fue dramático. A la primera cachetada ya dio la dirección. Tenía una reunión en la casa y era una ratonera…
Continúa describiendo las andanzas del “hombre del paraguas”, hasta que menciona una frase que en algunos libros y publicaciones se me ha atribuido a mí: Guardia, guardia, me acordé de otro…
Butazzoni, poseído por una insaciable curiosidad, hace la pregunta que todo buen entrevistador haría: ¿Qué fue de la vida de ese hombre después?
Según cuenta Butazzoni , Rosencof hace silencio. Luego, en voz baja –me lo imagino con Sarabanda de música de fondo- cuenta qué fue de la vida del delator tras su prisión. Quiero dejar constancia que la calificación de delator pertenece al autor.
Continúa Butazzoni refiriéndose a Rosencof. Después, esa misma nochecita, me llama a casa para pedirme que retire toda alusión o dato que permita a los lectores no avisados identificar al Hombre del Paraguas. Va más allá, me pide revisar “algunos términos irrespetuosos que pude haber dicho”. Por teléfono, el Ruso me habla como al pasar, como si nada. No quiere darle importancia al asunto, pero yo siento que esto debe quedar escrito: vivimos un tiempo de mezquindades, pero aquí y ahora, en el teléfono, la voz de un hombre asume ante mí la generosidad más auténtica de todas, la del perdón personal y callado. No hay olvido pero tampoco hay odio. O si se prefiere: no hay odio pero tampoco hay olvido. La voz de Rosencof me llega por teléfono algo apagada, casi opaca, como si él cargara sobre sus hombros con su propia pesadumbre y con la pesadumbre de aquel traidor evocado casi sin querer. (Y conste: escribo estas líneas sin que él lo sepa, y sin que él lo sepa serán publicadas)
Realmente conmovedor .
A cualquiera se le caen las lágrimas ante tanta generosidad, máxime si esa generosidad se expresa así y en tiempo de mezquindades, como dice Butazzoni.
¿Pero es así realmente?
¿O sólo es la comprobación del doble rasero con que la historia oficial del MLN ha tratado a unos y a otros?
¿O es fruto del acuerdo al que se llegó con los varios “delatores oficiales” y otros “oficiosos” para mantener la imagen de Amodio como el traidor más traidor de todos los traidores?
A propósito: ¿alguien sabe quién es el Hombre del Paraguas?
Amodio
PD. Estoy esperando que Tato López publique lo de las sombras
( NdeR:vá en este envío)
Fuente: http://postaportenia.blogspot.se/
- postaporteñ@ 1623 - 2016-06-24
Notas relacionadas:
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